El camino del Tuareg

El camino del tuareg

Hay quien entiende los obstáculos como adversidades. Como limitaciones. Como el fin de un camino. Hay quien los toma como parte del camino, como una piedra a esquivar, y superarlos es una experiencia más en ese camino. Lo que diferencia a los cobardes de los valientes no es tener o no miedo. Es que los valientes lo afrontan, y lo superan. Aprenden de él y de él se nutren.

Hay quien traza su propio camino, aunque vaya a contracorriente. Aunque cause dolor, aunque no sea el que esperan de uno: nadar, aunque sea la hora de la horca.

Hay quien sueña, y quien visualiza sus sueños. Quien primero les pone palabras y sabe hacerse escuchar. Quien sabe captar la atención de los otros estableciendo un discurso a menudo inesperado, pero siempre original.

Hay quien, como mi hijo Luis, tiene desde pequeño grandes sueños, que convierte en retos y que persigue con la nobleza y el tesón de quien ha visto dónde quiere llegar. Su mirada se abre como un abanico ante ellos.

Como ya sabéis, esta aventura mía de retratar a los titanes nació de un sueño de Luis. Cuando me contó que iba a hacer esta carrera tuvimos una de nuestras conversaciones en las que él me cuenta sus sueños y yo escucho absorta. Igual ahora que cuando tenía cuatro años y quería ser presidente del gobierno. Luis habla de sus sueños y yo me quedo atrapada en sus palabras.

Empezó a hablar de la Titán en tono bajo, concentrado, y los ojos chispeantes. En él se debatía una emoción dual: las ganas de perseguir su sueño y el miedo. En un momento dado su voz se quebró mientras seguía diciendo que no iba a fallar, que no iba a rendirse, que iba a terminar la Titán Desert. Contundentemente me dijo: ¡por mis c…, mamá!

La mirada de Luis se abre como un abanico lleno de posibilidades ante los retos, siempre ha sido un soñador. Y siempre ha sabido como captar toda mi atención cuando se pone a contar sus sueños.

Leí en su determinación el miedo, y su disposición a asumir el fracaso como parte de un aprendizaje vital, como una experiencia, no como algo irreversible. Igual que el escalador que se enfrenta a un pico mil veces escalado él solo, y por la cara más hostil de la montaña. No es éste el único aprendizaje de este tipo que ha tenido Luis: podría haberlo sido, pero la vida no ha sido gratis para él. Él ha marcado su propio camino, dejando de lado las altas expectativas que había puestas en él. Con el tiempo, ha aprendido a soltar el lastre de estar a la altura que los demás esperaban para marcar sus propias líneas de salto, aunque no fueran las convencionales. Querer gustar ha sido siempre uno de sus dragones, y me chifla ver que ha pasado página.

Luis me ha enseñado cómo es capaz de abrirse, de ser flexible ante cualquier reto que exija un alto espíritu de superación, como es ahora la Titán Desert. Y estas son las cosas que marcan la diferencia, son estos pequeños gestos de los que saben cómo lograr hacer lo que quieren en la vida, dándole sentido y pedaleando a favor de la arena.

A pesar de su juventud, la forma de hacer de Luis trasluce la determinación y la sabiduría del que conoce la importancia del camino. La Ítaca de Kavafis es el reto de Luis.

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

Kavafis, Ítaca

402 Comentarios
  • Consuelo
    Responder

    Ay Inma, amiga mía, cómo me ha emocionado este post tuyo, porque hablas de cómo Luis te atrapa en sus sueños cuando te los cuenta, y porque ya sé de quién heredó esa fantástica capacidad de atrapar con su conversación y hacer vívidos los sueños….ya no queda nada para la Titán, y estoy deseando leer cada día lo que vayas colgando.

    Gracias por recordarme el camino a Ithaka de Kavafis, algo que llevo en el corazón…pues llegar allí es mi destino…

    MIl besos

    12 abril, 2015 a 17:34

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