Networking Inma Peñaranda

Networking: pasarán más de mil años, muchos más…

Por muy moderno que suene el término networking el ser humano es un animal social, y los encuentros cara a cara se han utilizado siempre para cultivar las relaciones personales y profesionales. Pequeños rituales cotidianos, pequeños rituales sociales. Llegar temprano a una cita con un amig@ y sentarme en un café en el que la armonía, la calidez de la luz y el espacio son “purito lujo”… Sentirme la rara que lee el periódico en papel dejando que pase el tiempo. Sentir la ilusión de volver a conectar con personas que no están en tu esfera cotidiana, pero que representan los distintos mundos por los que uno ha ido deambulando por la vida. ¿Sabéis cómo los llamo yo? Momentos Networking. Encuentros donde lo importante es fluir y disfrutar el uno con las nuevas del otro, saber escuchar y dejar que se cree ese espacio único de conversación que parece tragarse los años que hayan pasado desde la última vez que una conversación con esa persona se interrumpió. Encuentros que son un regalo.

Uno de esos encuentros me llevó el otro día a una cafetería en el centro de Madrid a esperar a José Ángel, un gran profesional y una mejor persona. Un compañero al que llevaba tal vez 5 años sin ver. Tal vez, ni me acuerdo. Poco importa porque la conversación se retoma de manera natural, en perfecta sincronía. En esos encuentros se establece una relación de persona a persona, de igual a igual, muy clara y en la que los individuos están realmente presentes. Con José Ángel, además, esos momentos vienen siempre iluminados por la sonrisa que me arranca su mezcla de sensatez e ironía.

Con los hilos de las palabras de los dos íbamos tejiendo una conversación a medias. Esos encuentros de escucha compartida son, en sí mismos, un regalo: “Inma, eres la mejor vendedora de intangibles que conozco –me dijo-, cuando cuentas algo que te apasiona y crees en ello como tú lo haces, consigues que uno sienta la ilusión y la necesidad de tener aquello que estás vendiendo. ¡Ya no puedo vivir sin eso que me cuentas!”

Además de arrancarme una carcajada y un profundo agradecimiento por haberme calado una vez más, me llevó a hacer dos reflexiones:

  1. Cuando comunicas algo que para ti está cargado de sentido, cuentas primero para qué lo haces, y lo cuentas desde la pasión. Así se crea una energía y un entusiasmo que hacen que el “qué es” y el “cómo funciona” queden en un segundo plano, detrás del “para qué”.
  2. Cuidar y mantener la networking está tremendamente vinculado a la huella que dejamos en las personas. No hay tiempo que borre una huella clara y auténtica. El impacto que deja una experiencia compartida única genera un magnetismo que te hace estar abierto a colaborar con ciertas personas.

Este razonamiento no es muy distinto de las conclusiones que he ido sacando después de más de 4.800 horas de escucha activa en el desarrollo de los directivos en sus procesos de coaching:

  1. Estar demasiado enfocados a la acción implica, a veces, perder de vista el motivo por el que se hacen las cosas. ¿Qué supone esta pérdida de significado? Supone que las carreras profesionales se convierten en un medio sólo productivo, carente de sentido, con todo lo que ello implica a nivel tanto personal como profesional.
  2. Gestionar la networking no es una cuestión de ser pesado, sino de ser claro y bueno. Es decir, lo importante es crear impacto y notoriedad para que se genere una conexión positiva y diferencial donde se exprese nuestra esencia: en qué somos únicos. Para ser lo que uno es no hacen falta palabras, sólo es necesario estar presente, conectado, tener una escucha enfocada a ser consciente del impacto que se genera en los demás. Y, por muchos años que pasen, la gente nos recordará.
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